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En 2019 surgió, a iniciativa propia, la Fundación Francisco Brines, con el objetivo de promover la difusión del legado del genial poeta y apoyar la creación literaria.

María José Carchano

Hace poco más de dos años, un 12 de mayo de 2021, los Reyes Felipe VI y Letizia visitaron a Francisco Brines en su casa, en Elca, una partida situada en el interior del término de Oliva, el lugar donde pasó su infancia y donde ya de adolescente soñaba en sus versos con una vejez rodeada de su magnífica biblioteca, sentado junto a la ventana desde la que se divisa un mar de naranjos verde, una delgada línea de mar azul y, recortado sobre el horizonte, el Montgó como testigo inspirador, mudo e inalterable.

Aquella luminosa mañana, Francisco Brines recibió el Premio Cervantes a toda una obra enmarcada en la poesía íntima, un digno sucesor de Luis Cernuda. Moría apenas unos días después de que los Reyes le entregaran en su hermoso caserón el galardón más importante de las letras hispanas. El colofón a una carrera literaria que ya le había hecho merecedor de un sillón en la Real Academia Española, un doctorado honoris causa por la Universidad de Valencia o la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana, entre otros merecidos reconocimientos.

En 2019 surgió, a iniciativa propia, la Fundación Francisco Brines, con el objetivo de promover la difusión del legado del genial poeta y apoyar la creación literaria a través del Certamen Internacional de Poesía Francisco Brines. La sede de la fundación es precisamente Elca, la finca donde residió los últimos años el poeta, y que este mismo año ha sido declarada Bien de Interés Cultural.

Los jardines y la casa de aires entre mediterráneos y coloniales, ligada de manera indisoluble a su obra, se ha convertido en un centro de estudios y el lugar donde se preserva así toda la colección bibliográfica y pictórica que Brines atesoró en una larga vida ligada a la creación, la belleza vital y la inteligencia.

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