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Junto a la carretera que enlaza Valladolid con Soria, en pleno corazón de Castilla, todavía lucen los títulos La Bodega la Primera” (nombre primigenio) y Bodega Ribera Duero en la fachada inicial de su bodega. Pero el nombre con el que la sociedad se conoce casi desde el principio es el de Protos, como se etiquetó a los dos vinos de las añadas del 27 y el 28 que se presentaron a la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Eran los primeros de la bodega, de ahí el nombre de Protos (‘el primero’, en griego). Fue un bautismo de fuego para el vino de la zona, por lo que resulta excepcional que consiguiera la medalla de oro en la capital catalana. Pocos saben que en la historia de Protos destaca el haber dado nombre a la Denominación de Origen Ribera del Duero.

Fundada en 1927 por 11 viticultores y establecida como la segunda denominación de origen de España por detrás de Rioja, si de algo puede presumir Ribera del Duero es de como los restos que se han hallado en el yacimiento arqueológico de Pintia (Padilla de Duero, Valladolid), que demuestran que a orillas del Duero ya se tomaba vino en vasija al menos desde el siglo iv antes de Cristo. Hoy, los límites de esta región se dibujan en torno al curso del río a lo largo de unos 115 kilómetros, con un jalón en Roa de Duero (Burgos). Allí se asienta Protos, el origen de todos los vinos que se han criado en la comarca. El germen del cultivo y la elaboración de un caldo de colores rojizos y sabores profundos.

Todo tiene una explicación. La casa madre de Protoses una bodega de crianza excavada en la montaña donde se yergue el castillo de Peñafiel, una de las fortalezas más importantes de la comarca y sede del Museo del Vino. En sus entrañas madura uno de los mejores vinos españoles, y de Europa, por tradición y prestigio. Sorprende mucho al enoturista porque son 2 kilómetros y medio de cuevas y galerías subterráneas naturales que, a modo de laberinto, conserva la clave del éxito de sus caldos: la temperatura y la humedad que la naturaleza ha regalado a este emplazamiento. Se accede por una puerta de tránsito independiente del castillo y algunas de sus galerías datan del siglo XVI, cuando un tal Cristóbal Colón ya se había adentrado en el Nuevo Mundo. Son las mismas bodegas que usaba la Orden del Císter en Peñafiel para esconderse y para criar ya el vino en una forma rudimentaria.

Tempranillo es la variedad por excelencia para la elaboración de los tintos de Protos. Es por eso por lo que sus parcelas se extienden entre las provincias de Burgos, Valladolid y Segovia, donde la tierra es rica en nutrientes y el clima es imperfectamente perfecto: mediterráneo-continental que se caracteriza por unos veranos secos y calurosos y unos inviernos fríos y largos, con heladas nocturnas que pueden alcanzar los 18ºC bajo cero. Los expertos coinciden: las grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche favorecen a una lenta maduración de la uva, lo cual contribuye a una mayor acumulación de azúcares y a una gran concentración de taninos y polifenoles.

La vendimia es manual en su totalidad. Bajo un riguroso proceso de selección y calidad de la uva, con la aplicación de las últimas tendencias de elaboración, sitúan este vino español entre los más codiciados de Europa. Presente en 96 países, el mercado principal de Protos sigue siendo España, que representa prácticamente el 80 % de sus ventas. Tiene, también, mucha presencia en Centroamérica y Sudamérica, posiblemente por vínculos sentimentales o culturales. Es la única bodega de la Ribera que comercializa 2 de sus referencias (Protos Reserva y Gran Reserva), en el aeropuerto de Heathrow, tercero más transitado del mundo. No es por casualidad. Islandia e Indonesia han sido los últimos destinos.

¿Cuál es su secreto? Viñedos centenarios, estricta selección de uva a mano y altas inversiones en I+D+I. Su apuesta decidida por la calidad la distingue como la única bodega española con marca de excelencia, junto con empresas tan reconocidas como Coca-Cola o el FC Barcelona, entre otras.

Gracias al clima privilegiado de la Ribera que en todas las estaciones se sitúa dentro de los mejores parámetros para obtener cosechas de calidad, la uva obtiene el grado de alcohol y la acidez idóneos para elevar sus vinos a los paladares más exigentes, aportándoles unas características muy personales, dependiendo de cada categoría.

Fiel a su apuesta de mantenerse a la vanguardia del sector, Protos dio un paso adelante con la ampliación de su sede, diseñada por Richard Rogers, premio Pritzker de arquitectura. La marca construyó 20.000 metros2 con una inversión de 36 millones de euros. La nueva bodega de Protos en Peñafiel ya es un icono del conjunto de la Ribera. El proyecto nació ante la necesidad de transmitir una imagen de modernidad. El edificio imita a barricas que nacen de la tierra. El ambiente fresco necesario para almacenar el fi no se crea mediante el uso eficaz de la masa térmica del subsuelo.

Su tinto referente, el que mejor describe la filosofía de la bodega, es el crianza. En boca resulta potente, afrutado, tostado, intenso, con buena acidez y final largo, ligeramente ahumado y persistente. Es potente, expresivo y elegante.

Con este voluminoso proyecto, Protos se consolida como el referente del enoturismo de la Ribera del Duero. En 2018 recibió a casi 40.000 turistas. No hay ninguna bodega más visitada de esta denominación de origen.

Su tercera bodega se encuentra en La Seca (Valladolid), corazón de la Denominación de Origen Rueda, donde elaboran vinos con la variedad de uva verdejo. El blanco de Protos, otro valor seguro.

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