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La décima maravilla del mundo

El Palau de Les Arts Reina Sofía, inaugurado en 2005, corona la Ciudad de las Artes y las Cien­cias de Valencia, conjunto arquitectónico que cambió la fisonomía de la ciudad a comienzos de la pasada década. Las 1.750 butacas de su Sala Principal son ocupadas, prácticamente, en todas las citas. Su brillante recubrimiento que mezcla cerámica y mármol, el trencadís, su magnitud y su forma de transatlántico, le dan un aire imponente, a la vez que moderno. Ese era el objetivo de su arquitecto, el universal Santiago Calatrava.

Concebido como un gran complejo musical, uno de los mayores del mundo de este género, el edificio tiene una superficie de 40.000 metros cuadrados en 12 niveles, con salas específicas para los diferentes tipos de audiciones.

Con una innovadora línea arquitectónica de forma len­ticular y una sobrecubierta o pluma de 237 metros, el Palau de les Arts Reina Sofía tiene 75 metros de altura, 163 de longitud interior y 87 de ancho, así como unas cubiertas voladizas laterales de 27.550 metros cuadrados. Como un transatlántico.

El director musical del Palau de les Arts entre 2006 y 2011, Lorin Maazel, afirmó el día de su estreno que esta gran obra arquitectónica estaba llamada a convertirse en una referencia internacional y “en la décima maravilla del mundo”. Desde el tenor Plácido Domingo o el músico Da­niel Barenboim, pasando por algunas de las batutas más prestigiosas del panorama internacional como Zubin Me­hta o el propio Maazel hasta el oscarizado director de cine Milos Forman, han coincidido en elogiarlo. “No he visto nada en el mundo como el Palau de les Arts”, dijo este último.

El coliseo valenciano transciende la ópera. Si el Reina Sofía madrileño es un templo del arte contemporáneo, el Palau de les Arts se consagra a las artes escénicas. No sólo es sólo un teatro de ópera. Sus cuatro salas quieren impreg­narse de música de cámara o sinfónica, pop, jazz, así como de representaciones teatrales, danza o espectáculos multi­media. Está concebido como un símbolo de un pueblo, el valenciano, que cultiva y apoya la música.

Con una capacidad de 4.050 espectadores, con 1.750 bu­tacas en el patio principal, Valencia se sumó en 2005 al cir­cuito operístico con el fin de convertirse en una de las gran­ des capitales del género, como París, Milán, Sydney, Madrid o Barcelona. Hoy lleva una gestión más realista y se plantea como referentes las óperas de Lyon y Ámsterdam.

La primera ópera se interpretó el 25 de octubre de 2006. Para la ocasión se eligió Fidelio, de Beethoven. Desde sus comienzos hasta 2015, fue su intendente Helga Schmidt quien contrató a Lorin Maazel como director musical, quien a su vez tuvo la tarea de formar una nueva orquesta estable para el teatro, la Orquesta de la Comunitat Valen­ciana. Por su escenario han pasado voces de primera línea y también batutas de nivel como la del mencionado Zubin Metha, que hasta el 2014 dirigió el Festival del Mediterra­ni, una mini temporada de ópera donde se fue represen­tando, entre otras óperas, la tetralogía de El Oro del Rin de Wagner, la primera producción española de esta obra. También el tenor Plácido Domingo se involucró en el pro­yecto como director del Centro de Perfeccionamiento que lleva su nombre y que se encarga de formar nuevas voces.

A la vista, en la temporada 2018-19, se presentan citas ineludibles. El lago de los cisnes, de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), es sin duda el rey de los ballets clásicos. Esta pieza maestra ocupará el Palau coincidiendo con las fiestas navideñas, del 29 de diciembre al 5 de enero, con la Or­questra de la Comunitat Valenciana en el foso y el cuerpo de baile de la Ópera de Astanà.

Plácido Domingo, en sus facetas de cantante y direc­tor de orquesta, mantiene su vínculo con Valencia, que se materializa en dos conciertos, además de la celebración del décimo aniversario del Centro de Perfeccionamiento que lleva su nombre.

La rica cantera de obras primerizas de Verdi (1813-1901) que han desfilado por Les Arts contará con un nue­vo capítulo a partir del 6 de febrero con I masnadieri. Su libreto parte de Los bandidos de Friedrich Schiller, uno de los mayores precursores del romanticismo en Alemania. Una historia oscura de ecos trágicos que Gabriele Lavia arrastra hasta una periferia urbana actual sacudida por los enfrentamientos entre bandas juveniles, e impone a la ac­ción un ritmo electrizante, casi cinematográfico.

Les Arts, en una de las apuestas más interesantes de la temporada, nos acerca desde el 22 de marzo la poco cono­cida Iolanta, que gira en torno a una muchacha ciega que había sido mantenida ignorante de su condición. Una de­licada metáfora del despertar sexual que florece a través de imágenes nada inocentes, sirve de excusa al estallido pri­moroso de la vena melódica siempre tan rica del composi­tor. Contaremos con la batuta del húngaro Henrik Nánási, que siempre ha demostrado una química extraordinaria con la Orquesta de la Comunitat Valenciana.

El rey se divierte, la pieza teatral en la que se basa el libreto que Nicola Piave escribió para Rigoletto, es la ópera que podrá verse del 11 al 22 de mayo con la dirección mu­sical del habitual Roberto Abbado.

A partir del 22 de junio y hasta el 2 de julio, llegará otra de las obras cumbre del repertorio italiano: Lucia di Lam­mermoor de Gaetano Donizetti (1797-1848). La ópera toma su inspiración en una novela de Walter Scott, el creador de la novela histórica, para enmarcar su acción en una Escocia tomada por las brumas y las emociones borrascosas.

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