Lo que un día, en plenos años 80, fue un merendero en la playa de Daimús (a 15 minutos en coche de Oliva Nova), hoy es un referente gastronómico de primera fila. Un restaurante ineludible para los paladares exquisitos con unos platos creados por las sabias y afanosas manos del chef Manuel Alonso. El restaurante Casa Manolo, con dos Soles Repsol y una estrella Michelin, nada menos, tiene una insólita historia detrás que viene a explicar por qué hoy es un lugar capital de la gastronomía valenciana. Un lugar de culto al producto cercano, de la huerta y del mar.
En 1985, dónde hoy encontramos Casa Manolo, no había más que un merendero de playa. Una modesta construcción de madera sobre la arena donde la gente pedía las bebidas para acompañar el bocadillo que traía de casa. Allí llegaron los padres de Manuel desde Madrid, con sus dos hijos pequeños. Uno de ellos, Manuel. Poco a poco, la madre, Matilde, comenzó a cocinar arroces y esos platos típicos de los lugares de playa mediterránea.
Inquieto, con una sensibilidad especial por la cocina, Manuel disfrutaba ayudando a sus padres, enredar en la cocina y entre las mesas del merendero. Aquellas recetas, sus enseñanzas, el olor embriagador de sus pucheros y el borboteo celestial de las ollas a fuego lento consolidaron el arraigo inherente de la tradición en su cocina. “Toda la vida he querido esto”, explica ahora el Manuel adulto.
Casa Manolo, y el resto de la oferta gastronómica que posee en esos metros cuadrados de playa, se encuentra en una ubicación inmejorable: junto al mar calmado y la franja azul infinita que se ve desde cualquiera de los lugares en los que uno se puede sentar.
Fue en 2011 cuando Manuel Alonso, que hasta esa fecha había sido más maître que chef, toma las riendas de la cocina de Casa Manolo, donde desde entonces vuelca todo su conocimiento y perseverancia. Sus inquietudes, siempre latentes, afloran pronto. En pocos años, la evolución es espectacular y llegaron los reconocimientos. El cambio de concepto del restaurante fue meteórico.
El restaurante Casa Manolo figura hoy entre los cien mejores restaurantes clásicos europeos, según la Opinionated About Dining (OAD). En esa relación, correspondiente a 2019, el establecimiento de la playa de Daimús se ha posicionado en el puesto 60. Además, el local es, junto con el Restaurante Sant Celoni del chef Óscar Velasco, que figura en el número 94, la única representación española en este ranquin de restaurantes de calidad. Esta guía fue creada por el neoyorquino Steve Plotnicki en la que originariamente documentaba sus aventuras gastronómicas.
Alonso practica una cocina instintiva, de sensaciones, de sentimiento. Se inspira en el mar, en el diálogo con el entorno, echa mano de sus raíces y desnuda la materia prima, porque necesita ver el alma del producto, entenderlo, y a partir de ahí crear y conceptualizar cada uno de sus platos. Es amante incondicional del producto de temporada y muta su cocina en función del mercado. Lleva al límite la palabra sabor. Su reto es potenciarlo al máximo, sin máscaras ni disfraces. Detallista, tenaz, creativo, inquieto, busca la perfección. ‘Un plato no ha de ser nunca producto del azar, todo está pensado, meditado; todo tiene un porqué’, indica el maestro cocinero.
Manuel se formó en la cocina para hacer postres. Eso fue lo primero; lo demás llegó poco a poco. Anduvo en la cocina del restaurante Ca Sento, que ya era entonces un restaurante singular y prestigioso de Valencia, pegado a su chef, Raúl Alexandre. Tiempo después hizo lo mismo, pero en la cocina. “Aprendí con Raúl a tratar el producto, la perfección de los acabados, el punto de los pescados, la cocción exacta”, apunta. Manuel Alonso es fruto de esa experiencia y de la que tiempo después tendría en las cocinas de Arzak o Martín Berasategui. Los dos lo acogieron sin problemas y de los dos aprendió muchas cosas: la importancia de la jerarquización de la cocina, por ejemplo, o la disciplina.
“Yo quería un restaurante en mayúsculas, un restaurante gastronómico, así que me puse a ello. Aquí, en lo que había sido el chiringuito siempre se había comido bien. En realidad, el camino difícil lo hicieron mis padres, que tenían un sendero sin asfaltar. Yo me puse en la autopista. Yo lo que metí aquí fue la creatividad técnica, un nuevo concepto –ese que yo había visto al salir de casa– y poco a poco construí mi camino”. En 2014 llegó la estrella Michelín. “La estrella te pone en el mapa gastronómico, adquieres un compromiso. En realidad, tú haces lo mismo que hacías. La casa no cambia, como no había cambiado con el Sol Repsol” (ahora tiene dos).