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La revolución del “blanco” español

Si hay alguien que creyó sin reservas y desde el primer día en las posibilidades de la uva de Rueda, ese es Didier Belondrade. A mediados de los 90 y con la ayuda del pres­tigioso enólogo Jacques Lurton, inauguró el capítulo de los verdejos fermentados en barrica con su buque insignia, el Belondrade & Lurton. Un modelo que acabó inspirando a los vinos top de las bodegas de la zona. El dueño de la bodega, un ex ejecutivo de Air France enamorado de Es­paña, lo interpretó como “otra interpretación del verdejo”. Con una crianza de 10 meses en roble francés y 5 meses en botella, nos encontramos ante un vino complejo y con finura. Un blanco luminoso y diferente que, gracias al nivel de exigencia y a las prácticas de las zonas más prestigiosas de Francia, ha sido condecorado año tras año como uno de los mejores blancos del país.

Cuando Didier Belondrade se instaló en pleno páramo castellano lo hizo para elaborar un blanco diferente. Se tra­jo métodos borgoñeses, pero al contrario que muchos de sus colegas, no introdujo uvas francesas. Aplicó el sistema del ensayo y error con el verdejo local para conseguir el resultado que buscaba.

El Belondrade & Lurton reúne las cualidades que se pi­den a los grandes blancos: la profundidad y la frescura. El camino ha sido largo y la receta no es sencilla. La última vuelta de tuerca la consiguió a partir de 2012. La madera dejó de ser protagonista para dar paso a los sobrios y finos aromas tradicionales de verdejo, que lo han consagrado en la punta del iceberg de los blancos españoles. Sin duda, fue el vino que marcó un antes y un después en la elaboración de vinos blancos de calidad en España.

Desde su llegada a España, Didier Belondrade tuvo cla­ro un objetivo: hacer un vino diferente, que reflejara su fi­losofía y su visión personal, asumiendo un reto arriesgado que consiguió hacer realidad al apostar por el potencial de envejecimiento de la uva verdejo. Se trataba de elaborar un “vino de guarda”, que nada tuviera que ver con los típicos Rueda que se hacían hasta ese momento.

El método de Belondrade se basa en una serie de nor­mas sencillas pero innegociables: respeto por la natura­leza (desde 2010 la bodega cuenta con el sello ecológico en sus viñedos); cuidada selección de la uva, para tratarla después con todo el mimo; desarrollo de la fermentación espontánea y crianza de casi un año en barrica y, como mínimo 5 meses en botella. Todo esto es el vino Belon­drade & Lurton. Para Didier, es mucho más que un vino blanco. Es una filosofía. El resultado es un vino de guarda 100% verdejo, fermentado y criado sobre sus lías en barri­cas de roble francés.

Al frente de una bodega perfeccionista, que cuida el de­talle en cada momento del proceso, Didier siente como un orgullo que las personas escojan sus vinos para sus mo­mentos de alegría. Viticultor antes que elaborador de vino, defiende una cartera pequeña de vinos muy bien hechos: sus dos blancos, Belondrade & Lurton y Belondrade Quinta Apolonia, y su rosado, Belondrade Quinta Clarisa.

La frase de “el vino empieza en el viñedo” adquiere para Belondrade todo el sentido. Para conseguirlo, decidió comprar viñas en La Seca (Valladolid). Es en 1994 cuando empieza la historia de Belondrade & Lurton en unas insta­laciones alquiladas en Nava del Rey. El punto de inflexión llega en 2000, cuando Belondrade inaugura su nueva bo­dega en La Seca, obra del arquitecto Vicent Dufos du Rau.

El 65% de la producción total se distribuye en Espa­ña y el 35% restante se destina a la exportación. Se puede encontrar Belondrade & Lurton en los cuatro continentes, desde Hong Kong hasta Perú, pasando por Rusia y los Emiratos Árabes.

El blanco español, en un país conocido por la calidad de sus tintos, se consolida gracias al potencial y personalidad de vinos como el Belondrade & Lurton, que constata que el blanco español se escribe con mayúsculas. Didier, su fun­dador, abrió un nuevo camino. Chapeau.

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